viernes, 4 de septiembre de 2015

El principio de mi fin

Me gustaría volver a tener trece años, volver al principio de todo para intentar cambiarlo, para poder darme a mí misma la fuerza y el amor propio que me faltó en aquellos instantes, el coraje suficiente para evitar caer en el pozo que empecé a construir sobre mi misma. Ojalá hubiese podido ser más fuerte, ojalá hubiese sabido reírme de mis kilos de más como lo hacían los numerosos insultos de aquellas personas que no valían nada y que sin embargo yo les otorgaba el valor de arruinarme la vida. Ojalá hubiese podido cambiar las lágrimas al no entrar en una talla 38 por sonrisas al observar mis curvas. Ojalá pudiese volver a aquellos momentos en los que me refugiaba en la comida en lugar de verla como mi mayor enemiga. Ojalá pudiese volver al punto en el que todo cambió, en el que la obsesión comenzó y a partir del cual nunca pude volver a ser la misma. Pero no puedo. Es hora de dejar de mirar un pasado que no puedo cambiar y asumir un presente y futuro con posibilidades y oportunidades para la superación personal. Dicen que el primer paso ante un problema es asumir que tienes un problema, y la verdad, no es nada fácil. Llevo mucho tiempo engañando a las personas que quiero y lo peor de todo, engañándome a mí misma. Intentando convencerme de que eran los demás quienes estaban equivocados, yo tan sólo estaba intentando seguir mis pensamientos y cumpliendo mis metas. Creyendo continuamente que cada vez que renunciaba a comer algo, cada vez que conseguía aumentar el ejercicio físico estaba con ello haciendo las cosas bien y tranquilizando mi conciencia, mientras que cada vez que creía excederme el machaque alcanzaba extremos inimaginables. Masoquismo. Cada vez me fui exigiendo más a mí misma. Mi autoestima en los suelos hecha pedazos. Perdí el valor en mi misma, fui esclava de mis pensamientos. Tuve una etapa de superación, pude ver la luz en el oscuro túnel en el que me encontraba. No era la misma, seguía teniendo la palabra calorías clavada en mi mente y la culpabilidad tras cada comida, sin embargo, conseguía controlarlo y volver a estar sana. Después vino la etapa de ser incapaz de retener la comida en mi cuerpo. Atracones. Remordimientos. Un laberinto en el que no encontraba la salida. Pero como en los cuentos de Disney en mi propio mundo llegó un héroe que me ayudó a volver a quererme y a encontrar una salvación.
Desgraciadamente hay enfermedades de las que nunca te curas del todo y vuelves a caer, y cuando te das cuenta es demasiado tarde, no supiste frenar a tiempo y cuando coges velocidad la pausa parece muy lejana. En una recaída me encuentro desde hace cuatro meses.No pude verlo ni ser consciente de que estaba a punto de caerme. Me refugié en una espiral de autoengaños y escusas. Gracias a mis seres queridos pude recobrar la cordura y reconocer que nuevamente estoy sufriendo el mismo problema. Es duro escribir sobre algo que después de tantos años todavía no consigues manejar. Todavía sigues siendo la marioneta y lo peor de todo es que quien te manipula, quien puede moverte es la misma persona que quiere dejar de hacerlo: tú misma. Es duro cuando alguien nos causa dolor pero os aseguro que el dolor provocado por uno mismo es aún mayor. El saber que tú misma tienes el poder para cambiarlo todo, para volver a ser feliz, para poder disfrutar de un helado con tu novio, una cena con tus amigas, una comida familiar, un día de tu vida sin contar calorías, sin necesitar hacer ejercicio, sin remordimientos, sin culpas, sin daños, sin odiar tu propio reflejo. El saber que eres la encargada de hacerlo y no poder, es frustrante. Te invade la impotencia, desaparecen las ganas de luchar y llegas a creer que nunca lo conseguirás. Llegas a asumir que nunca podrás ser como el resto, que nunca podrás comer sin temor a engordar, que nunca podrás reírte si un pantalón no te sirve o disfrutar del día a día sin miedos. Supongo que es algo con lo que tendré que vivir pero que de mi misma depende controlarlo y no superar ciertos límites. Me sé la teoría, soy consciente del daño que me hago y el que causo a las personas que más quiero, pero la práctica es muy distinta. Mi propio yo son dos mitades, la mitad racional que escribe este texto con la esperanza de que un día pueda leerlo y sonreír por haberlo conseguido y a continuación está la mitad que no consigo modificar, la que me domina y pinta lo malo de bueno, deforma la realidad y me impide sentirme bien sino cumplo los objetivos marcados por ella. Un duelo continúo. Querer y no poder. Terminas creyendo tu propia mentira. Los "estoy bien" para no preocupar a las personas que quieres también los usaba mi cerebro para creerse que no había nada grave en mi conducta. No busco culpables porque soy la única responsable de todos los actos que me han llevado a estar donde estoy. Sin embargo, quiero expresar mi más profundo odio a la sociedad que me ha tocado vivir. A los canones de belleza que incitan a la extrema delgadez, al mundo de la moda que venden la desnutrición y tallas de ropa desproporcionadas sin ser conscientes o siéndolo de los cerebros débiles que pueden creerse  su mundo utópico y desembocar en trastornos alimenticios como el que yo padezco. No voy a rendirme, tengo personas maravillosas a mi lado que me aceptan tal y como soy y por ellas el cambio tiene que llegar.

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