miércoles, 9 de diciembre de 2015

Lo primero de todo perdón por estar tanto tiempo sin escribir. He estado muy centrada en la carrera y cuando tenía una pequeña oportunidad de volver a hacerlo no sabía cómo seguir. Y siendo sincera, ahora mismo estoy postrada delante del ordenador sin una idea clara de lo que voy a relatar.

Cuatro meses después de mi proceso de recuperación puedo decir que me encuentro bien, que poco a poco voy ganando peso y perdiendo el miedo a escuchar: " has engordado". Por primera vez en mi vida sonrío al escucharlo. Y no voy a mentir, no todo es fácil y sencillo. Durante estos meses he tenido altibajos. El bicho se resiste a morir y de vez en cuando aparece con sus mentiras, intentando que me crea que nunca voy a dejar de engordar y que nadie me va a querer si sigo ganando peso. Escribirlo es tan absurdo que no entiendo como por instantes puedo creerme lo que me dice. Porque si  algo me ha demostrado la vida gracias a la anorexia, es que la felicidad no depende de los kilos que marque la báscula y el amor de las personas que te quieren tampoco. Mi novio me ha amado con 58 kilos y también con 36. Mi familia, mis amigos permanecieron siempre a mi lado. Sin distinción. Respetándome y cuidándome.

Todavía me queda mucho por batallar. Admito que hay días en los que lo negativo me nubla todo lo positivo, en los que deseo con todas mis fuerzas que el bicho me abandone de manera definitiva. Pero entonces recuerdo como estaba meses atrás. Mis avances. Cojo el móvil y leo una nota de principios de agosto donde escribí lo que comía al día, si a eso se le puede llamar comer, yo diría mejor sobrevivir con una manzana y ensalada. Lo peor era que cuando lo escribía lo veía normal, ahora en cambio, me asusta,me impresiona, siento que fue otra persona, que no era yo la que anotaba aquello. Sonrío al compararlo  con la normalidad con la que hoy  como pasta, arroz, carnes, pan, una dieta variada y equilibrada sin temores. Entonces pienso si he llegado hasta aquí, si he superado lo peor, si he conseguido pasar de realizar dos horas de ejercicio diario a estar meses sin poder practicar nada de deporte, si he pasado de sentir angustia, ansiedad por engordar a desear volver a tener mis curvas, si he pasado de odiar mi cuerpo a querer volver a tenerlo, lo que queda por delante no es nada. Porque lo más difícil de superar la anorexia es darse cuenta de que tienes anorexia. Cuando estaba inmersa en la enfermedad, era inconsciente, creía que los demás estaban locos cuando me decían lo que me estaba sucediendo, yo me miraba al espejo y no era capaz de apreciar  el deterioro físico que estaba sufriendo. Cuando comprendí que me estaba ahogando y que eran mis propias manos las que estaban estrangulándome, fue cuando conseguí el mayor logro.Por lo tanto, lo que queda es sencillo, lo único que precisa son unas grandes dosis de paciencia y esfuerzo. Porque el proceso es lento, no sólo te recuperas cuando empiezas a comer bien y a recuperar tu peso, es mucho más complejo. Es luchar contra tu personalidad, tu perfeccionismo, tu falta de autoestima, tus falsas lecciones aprendidas, tu necesidad de control. Todo lo que te condujo a caer en la anorexia. Todas tus lacras.

No os desaniméis. Es normal que haya días fáciles y otros más oscuros. Cuando tengáis ganas de rendiros, pensar en todo lo que habéis pasado para poder estar aquí. Pensar en que cada pulso que  le ganáis al bicho, éste se hace más débil y llegará un día en el que será tan diminuto que cuando hable apenas se aprecie su voz.  Porque cada nueva  lucha, nos aproxima a la victoria final. Sí se puede.