Me gustaría volver a tener trece años, volver al principio de todo
para intentar cambiarlo, para poder darme a mí misma la fuerza y el amor
propio que me faltó en aquellos instantes, el coraje suficiente para
evitar caer en el pozo que empecé a construir sobre mi misma. Ojalá
hubiese podido ser más fuerte, ojalá hubiese sabido reírme de mis kilos
de más como lo hacían los numerosos insultos de aquellas personas que no
valían nada y que sin embargo yo les otorgaba el valor de arruinarme la
vida. Ojalá hubiese podido cambiar las lágrimas al no entrar en una
talla 38 por sonrisas al observar mis curvas. Ojalá pudiese volver a
aquellos momentos en los que me refugiaba en la comida en lugar de verla
como mi mayor enemiga. Ojalá pudiese volver al punto en el que todo
cambió, en el que la obsesión comenzó y a partir del cual nunca pude
volver a ser la misma. Pero no puedo. Es hora de dejar de mirar un
pasado que no puedo cambiar y asumir un presente y futuro con
posibilidades y oportunidades para la superación personal. Dicen que el
primer paso ante un problema es asumir que tienes un problema, y la
verdad, no es nada fácil. Llevo mucho tiempo engañando a las personas
que quiero y lo peor de todo, engañándome a mí misma. Intentando
convencerme de que eran los demás quienes estaban equivocados, yo tan
sólo estaba intentando seguir mis pensamientos y cumpliendo mis metas.
Creyendo continuamente que cada vez que renunciaba a comer algo, cada
vez que conseguía aumentar el ejercicio físico estaba con ello haciendo
las cosas bien y tranquilizando mi conciencia, mientras que cada vez que
creía excederme el machaque alcanzaba extremos inimaginables.
Masoquismo. Cada vez me fui exigiendo más a mí misma. Mi autoestima en
los suelos hecha pedazos. Perdí el valor en mi misma, fui esclava de mis
pensamientos. Tuve una etapa de superación, pude ver la luz en el
oscuro túnel en el que me encontraba. No era la misma, seguía teniendo
la palabra calorías clavada en mi mente y la culpabilidad tras cada
comida, sin embargo, conseguía controlarlo y volver a estar sana.
Después vino la etapa de ser incapaz de retener la comida en mi cuerpo.
Atracones. Remordimientos. Un laberinto en el que no encontraba la
salida. Pero como en los cuentos de Disney en mi propio mundo llegó un
héroe que me ayudó a volver a quererme y a encontrar una salvación.
Desgraciadamente
hay enfermedades de las que nunca te curas del todo y vuelves a caer, y
cuando te das cuenta es demasiado tarde, no supiste frenar a tiempo y
cuando coges velocidad la pausa parece muy lejana. En una recaída me
encuentro desde hace cuatro meses.No pude verlo ni ser consciente de que
estaba a punto de caerme. Me refugié en una espiral de autoengaños y
escusas. Gracias a mis seres queridos pude recobrar la cordura y
reconocer que nuevamente estoy sufriendo el mismo problema. Es duro
escribir sobre algo que después de tantos años todavía no consigues
manejar. Todavía sigues siendo la marioneta y lo peor de todo es que
quien te manipula, quien puede moverte es la misma persona que quiere
dejar de hacerlo: tú misma. Es duro cuando alguien nos causa dolor pero
os aseguro que el dolor provocado por uno mismo es aún mayor. El saber
que tú misma tienes el poder para cambiarlo todo, para volver a ser
feliz, para poder disfrutar de un helado con tu novio, una cena con tus
amigas, una comida familiar, un día de tu vida sin contar calorías, sin
necesitar hacer ejercicio, sin remordimientos, sin culpas, sin daños,
sin odiar tu propio reflejo. El saber que eres la encargada de hacerlo y
no poder, es frustrante. Te invade la impotencia, desaparecen las ganas
de luchar y llegas a creer que nunca lo conseguirás. Llegas a asumir
que nunca podrás ser como el resto, que nunca podrás comer sin temor a
engordar, que nunca podrás reírte si un pantalón no te sirve o disfrutar
del día a día sin miedos. Supongo que es algo con lo que tendré que
vivir pero que de mi misma depende controlarlo y no superar ciertos
límites. Me sé la teoría, soy consciente del daño que me hago y el que
causo a las personas que más quiero, pero la práctica es muy distinta.
Mi propio yo son dos mitades, la mitad racional que escribe este texto
con la esperanza de que un día pueda leerlo y sonreír por haberlo
conseguido y a continuación está la mitad que no consigo modificar, la
que me domina y pinta lo malo de bueno, deforma la realidad y me impide
sentirme bien sino cumplo los objetivos marcados por ella. Un duelo
continúo. Querer y no poder. Terminas creyendo tu propia mentira. Los
"estoy bien" para no preocupar a las personas que quieres también los
usaba mi cerebro para creerse que no había nada grave en mi conducta. No
busco culpables porque soy la única responsable de todos los actos que
me han llevado a estar donde estoy. Sin embargo, quiero expresar mi más
profundo odio a la sociedad que me ha tocado vivir. A los canones de
belleza que incitan a la extrema delgadez, al mundo de la moda que
venden la desnutrición y tallas de ropa desproporcionadas sin ser
conscientes o siéndolo de los cerebros débiles que pueden creerse su
mundo utópico y desembocar en trastornos alimenticios como el que yo
padezco. No voy a rendirme, tengo personas maravillosas a mi lado que me
aceptan tal y como soy y por ellas el cambio tiene que llegar.
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