Como después de una gran tormenta, a pesar de que siga habiendo nubes el sol poco a poco deja pasar sus rayos y en la oscuridad se puede empezar a apreciar un poquito de luz. Con la anorexia es parecido, es un camino muy lento pero lo importante es no pararse ni volver la vista atrás, siempre hacia adelante. El primer paso es admitirlo. Dejar atrás las mentiras y decirle adiós a esa parte de ti que te impide ser tu misma. Pensar en todo lo bueno que has perdido por su culpa y reunir las fuerzas necesarias para sacarla de ti. En mi caso, nunca lo habría logrado sin la ayuda tanto profesional como familiar. Aunque al fin y al cabo la mayor fuerza tiene que salir de ti misma. Tú misma tienes que luchar por recuperar la vida que te mereces tener. Sin control, sin dolor. Poco a poco yo pude hacerlo, pude empezar a ver la realidad, la venda de los ojos empezó a caer y de pronto comprendí que lo que había perdido era más importante que todo lo que consideraba que había ganado. Alcancé mis metas, conseguí tener las piernas más delgadas, bajar más de diez kilos y entrar en una talla 32 y sin embargo, no me sentía satisfecha. ¿De que había servido tanto esfuerzo, tanto machaque, tanto dolor si no era feliz? Yo renunciaba a bajar con mis amigos por ir al gimnasio, a las comidas que mi madre me preparaba con amor. Me volví mentirosa. Me perdía cenas románticas con mi pareja, comidas con mis amigos. ¿Para qué? Que había ganado a cambio? Sufrimiento. Dolor. Seguía sin gustarme mi reflejo. Me sentía vacía. Las cosas que antes me hacían feliz dejaban de hacermelo. Solo tenía ganas de estar sola. Mi vida se resumía en hacer ejercicio y sobrevivir con el mínimo alimento posible. Me distancié de todo lo que de verdad importaba. Creía estar en un laberinto sin salida. Sin embargo llegué a un punto de inflexión, a través de ver el daño que había hecho a las personas que más quería y sobre todo a mi misma. Decidí luchar e intentar recuperarme. Empecé a comer más, a llevar una dieta especial.No fue fácil. El bicho que hay dentro de mi era muy fuerte pero yo luché por ganarle la batalla. Cada vez que aparecía a través de los remordimientos y la culpa, intentaba pensar en positivo, en todo lo que quería recuperar. En todo lo que por su culpa había perdido. Pensaba en mi salud. En poder volver a encontrar ropa que no me quedase grande. En recuperar mi ciclo menstrual. Mi vida. En la alegría de mis seres queridos al verme comer.
Cada vez el bicho es más débil y cada vez soy yo más fuerte. Puede que no se haya ido del todo, puede que siempre quiera volver pero con fuerza es posible combatirlo. El bicho es un mentiroso, deforma la realidad, no creáis lo que os dice. La comida no es el enemigo, el enemigo es él, con sus pensamientos irracionales te ha hecho perder lo más importante: tu vida. Pero todo se puede volver a ganar, todo es posible. No tengas miedo solo lucha y no te rindas nunca. Aunque creas que no eres capaz intentándolo ya estás más cerca de conseguirlo. Yo veo la salida, tu también puedes verla, no te frenes, camina que pronto todo habrá acabado y las vistas desde arriba son más bonitas.
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